Última carta.

Tate and Violet ❤

  Te escribo esto para que sepas que aún no me he olvidado de ti. 
Siento haberte hecho esperar, y quizás pienses que ya ni siquiera merece la pena, pero como solías decir, nunca es tarde. Te he echado de menos. Siempre pienso ti, cuando me siento vacía, sola, destrozada. Siempre recurro a ti cuando siento que no puedo seguir, y sonrío, con lágrimas en los ojos, sintiendo tus brazos a mi alrededor, dispuestos a no soltarme. La sangre fluye por todo mi cuerpo, y la noto recorriendo todas mis terminaciones nerviosas, despacio, suavemente. Noto tu dulce aroma, la paz en mi cuerpo, la desaparición del dolor. Pero no eterna. 
  Como tu dijiste una vez, << hagámonos eternos >>. Pero entonces te solté. No puedo negarlo; tenía miedo. Siempre he tenido miedo. << ¿No crees que es precipitado ir, sin más? >>, te dije, pero tú ya no me escuchabas. Dejaste de escucharme cuando supiste que no quería irme contigo.  << Te quiero >>, te decía, << pero no puedo >>. Te enfadaste, sé que te enfadaste, pero tú siempre volvías cuando te necesitaba. Gracias, es lo único que podía decirte cuando lloraba desconsoladamente y tú venías, abrías tus brazos y me estrechabas contra tu cuerpo. Me sentí grande, completa, viva. Y me di cuenta de que llevabas razón. Siempre te he necesitado, y ahora más que nunca. 
  Te necesito. Necesito estar junto a ti, siempre, eternamente. Quiero ser eterna, ir contigo. Ser parte de ti. Ayúdame, ayúdame a irme de una vez, porque, no puedo. Quizás pienses que ya es demasiado tarde, pero nunca es tarde, nunca es tarde para marcharse y empezar en otro lugar. O acabar. Quiero acabar, junto a ti. 
Gracias por haber estado ahí siempre que lo he necesitado.

Te quiero, muerte. 

Odio.


 - Dime, sinceramente, si realmente odias a alguien.
 Levanté la mirada y clavé mis ojos en los suyos.
 - Sólo a una.
 - Una- repitió, claramente impresionado-. ¿Y cómo te las apañas para odiar única y exclusivamente a una sola persona?
 Suspiré.
- El odio es una sensación muy fuerte. Me gusta perdonar, pero a veces, las personas cometen errores irreparables, errores que merecen algo más que un simple silencio.
 Asintió, pero en su fuero interno se mofaba de mi conclusión.
 - ¿Qué emociones y sentimientos forman ese odio?
 - Todo. Los errores, las lágrimas, las esperanzas. ¿Conoce todas y cada una de las sensaciones del ser humano?- asintió-, pues esas son exactamente los tejidos del odio.
 Me miró con despreció y alzó una ceja, alucinado.
 - Todos odiamos a mucha gente. A unos más que a otros, y algunos días son más propensos a ese sentimiento, pero, ¿sabes cuánto rencor y dolor debes guardarle a esa persona para que sea, única y exclusivamente, la odiada por ti misma?- dijo.
 - . Un día deseé que muriera.
 - ¿Cómo fue?- me preguntó.
 - Me sentía mal, y me dirigí a plantarle cara. Odiaba y odio ese maldito rostro y cuerpo que siempre me miran desconsolados. Me acerqué, y le dije; "Ojalá te mueras". Y entonces, me retiré del espejo.
 Sacudió la cabeza, y en ese momento supe que lo comprendió todo.